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Anónimo, Cusco
De aspecto monumental, esta impactante imagen es un ejemplo excepcional del género de los “trampantojos a lo divino”, es decir, representaciones de esculturas cuya fama de milagrosas les otorgaba una amplia veneración. En efecto, el cuadro muestra a la Virgen de Belén, venerada en el Cuzco por lo menos desde el siglo XVII. Según una leyenda piadosa, la Virgen de Belén habría sido descubierta a orillas del mar por unos pescadores, quienes encontraron además una inscripción que señalaba que la imagen estaba destinada a la antigua capital inca. La escultura aparece en su retablo, vestida con un pesado manto que le da su característica forma triangular. El pintor recrea con gran refinamiento las diversas calidades de las telas y joyas que lucen la Virgen y el Niño para remarcar su condición sagrada, y genera así la impresión de que la escena no es solo la representación de una imagen, sino también una suerte de aparición milagrosa.

Óleo sobre tela

166 x 113 cm